¿Quién ha oído hablar sobre la virtud? Creo que todos alguna vez en la vida hemos oído dicha palabra. Sin embargo, muy pocas veces nos hemos detenido a meditarla. Específicamente, la virtud es “una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas” (CIC, 1803).
Esta pequeña definición encierra tantos detalles importantes que me detendré en cada uno de ellos para que juntos reflexionemos y lo apliquemos a nuestras vidas.
Es una disposición habitual y firme a hacer el bien.
El estar dispuestos exige toda nuestra voluntad. Es querer hacer el bien, desearlo. Dicha disposición no ha de ser esporádica, sino habitual, un trabajo de todos los días. El ser virtuosos es querer estar en cada momento y a cada instante haciendo el bien. Y no de cualquier forma; sino de una forma muy especial: FIRMES. Firmeza que puede adquirirse con nuestra voluntad, pero también firmeza que es otorgada por Cristo, firmeza para hacer el bien. ¿Quieres ser virtuoso? Pues lo más importante es estar dispuesto, siempre, y muy firme, ya que en el camino se te presentarán muchas situaciones, eventos, personas, tentaciones y obstáculos que buscarán la forma de hacerte débil, de llevarte a un estado de pereza en el cual puedes perder tu deseo de ser virtuoso.
Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma.
¡Ah! Pero detente. ¿Quieres ser bueno? Esto no se trata solo de seguir una serie de reglas o mandatos. No se trata de cumplir con ciertos estándares. El practicar la virtud te llevará a dar lo mejor de ti, a sacar de ti lo que nunca antes habías imaginado: talentos que pensabas no tenías, dones que tenías guardados, acciones que creías irrealizables. La virtud te llevará a ser como un diamante muy brillante y bien acabado.
El YouCat (Catecismo Joven de la Iglesia Católica, en el #299, p. 172) dice que la virtud es “…una pasión puesta al servicio del bien”. Este dar lo mejor de ti es buscar aquella pasión que el mismo Dios te ha dado y llevarla hacia el bien, rechazando todo mal. ¿Qué es aquello que te impulsa a ser mejor? ¿Qué es aquello que más te encanta hacer y en lo que piensas habitualmente? Como bien nos lo explica el YouCat, las pasiones “pueden ser muy valiosas” y pueden convertirse en virtudes si son orientadas al bien. Una pasión puede llegar a ser lo que tú decidas que sea: virtud o vicio. El vicio es una pasión que domina al hombre privándole de su libertad. Por eso encamínate hacia transformar tus pasiones más nobles en virtudes.
Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.
Si eres virtuoso tendrás fuerzas sensibles (humanas, palpables, propias) y espirituales (otorgadas por el Espíritu Santo para el espíritu propio). Tenderás hacia el bien. Querrás buscarlo y lo elegirás. Es dejar el “viejo” yo para ser una persona “renovada”, que con el gran discernimiento lograrás realizar acciones concretas en momentos concretos. Para esto es necesario escuchar y “formar” nuestra conciencia, que no es otra cosa que “la voz interior en el hombre, que le exige hacer el bien y evitar el mal” (YouCat, #295). La conciencia es como la voz de Dios dentro de ti. Escúchala. No sé cuál ha sido la enseñanza que has recibido en tu familia, en la escuela, o cuáles han sido los valores que se te han impartido desde pequeño. Pero sí es necesario que para que logres vivir una vida llena de virtudes te mires muy adentro: ¿quién eres?, ¿qué quieres llegar a hacer?, ¿cómo lo lograrás? Ten presente que la ayuda de personas guiadas por el Espíritu Santo de Dios (sacerdotes, hermanas religiosas, familiares virtuosos, amigos ejemplares, etc.) puede servirte en ese trabajo de formar tu conciencia.
“Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8).
By Glorian