Volver a compartir por este medio reflexiones luego de tantos años significa una mezcla de emociones (positivas) y me llena de mucha esperanza. Hoy escribo con muchos sombreros, muy parecidos a los que tenía cuando empezamos Seamos Virtuosos, pero transformados, sombreros desgastados -en el buen sentido de la palabra- de experiencia y de aprendizajes únicos. Durante muchos años me he negado a dejarme llevar por el ritmo vertiginoso de la redes sociales y lo que las compañías o empresas pretenden que un individuo, profesional o negocio hagan para “tener éxito”. Tengo unas convicciones fuertes en todo lo relacionado a las dinámicas y a la relación que los seres humanos llevamos con la tecnología y por eso, como mujer, esposa, madre y profesional (especialmente gracias a la asistencia del Espíritu Santo, pues he de reconocer que todo progreso “alcanzado” viene inspirado del Amado del Alma que nos conoce más que a nosotros mismos y sabe cómo somos y lo que necesitamos) decido acercarme a ellas con cautela y prudencia, no por miedo sino por conocimiento profundo de cómo funcionan. Más allá de la verborrea de escribir todo lo que “ya sé” de estas, reflexiono para inspirar y motivar a otros a replantearse, repensar y aprender sobre su relación con la tecnología, entiéndase mejor el famoso aparatito del smartphone.
No pretendo en esta reflexión echarle la culpa total al dichoso aparatito de todos los males que aquejan al mundo. Pero, hablo de lo que veo, observo y he estudiado. Además, mucho de las problemáticas que están experimentando las personas, noviazgos y matrimonios que atendemos está relacionado al uso de las pantallas, mejor podríamos decir: del mal uso, uso problemático, o abuso de las pantallas y de los contenidos que se presentan en ellas. Si a eso le sumamos las diferentes situaciones de vida y de personalidad con las que luchan las personas, tenemos ahí una fórmula perfecta para el malestar espiritual, psicológico y emocional.
¿Hasta aquí, qué tiene que ver todo esto que comento con los miedos y la valentía? De primera instancia, parece que no tiene que ver mucho o casi nada. Pero no lo veo así. El hilo conductor al que quiero llevar al lector es mucho más extenso, detrás del uso de las pantallas hay muchas razones para ello, como lo podrían ser la facilidad, la accesibilidad y la necesidad (de gestiones laborales, trámites escolares, familiares, financieros, entre otros). Y, otra de las razones para su uso (también podría catalogarse de consecuencia, porque esto es como el refrán “¿qué vino primero?: ¿el huevo o la gallina?”, ¿qué vino primero, el smartphone o la incapacidad de estar a solas con nosotros mismos?, porque lo cierto es que como dicen, “viene de atrás”, desde lo que llamaba Manuel Castells el inicio de la Era de la Información) es la incapacidad de estar a solas con nosotros mismos, esa capacidad que la humanidad ha ido perdiendo y que, como la ha ido perdiendo, el producto o la consecuencia de esta pérdida es el miedo a mirarnos y enfrentarnos con nuestra realidad, personalidad, relaciones y problemas.
Otra de las consecuencias del uso de las pantallas es que hemos perdido la capacidad de tener esperanza, esperanza viva y enraizada en cimientos fuertes (parece que esto también lo ha reflexionado el Papa Francisco para destinar un año jubilar completo a este menester). ¿Por qué la hemos perdido? Por muchas razones vuelvo a repetir, obvio. Entre ellas por la naturaleza “polarizante” del diseño y algoritmos cada vez más agresivos de las redes sociales especialmente. Lamentablemente, esto llega a afectar hasta al terreno de la fe, haciendo que cada ser humano existente en este planeta que posea o tenga acceso a estas aplicaciones, desarrolle una visión diferente y única (a su estilo, según las cookies del internet y sus intereses, estudiados hasta la saciedad por los ingenieros de turno) de las cosas, del mundo, la fe y la vida en su conjunto. Cada persona ahora mismo tiene en su feed o muro una realidad hecha a su “antojo”, y el umbral y los límites de lo fidedigno se desdibujan, difuminan o desenfocan debido a esto. Así sucede con muchos ámbitos, no solo el de la fe, sino el de la política, la crianza, la relación matrimonial, entre otros innumerables temas, usted elija el que quiera pensar y ahí tiene su receta personal (nótese la nota de ironía).
Fortaleza, Valentía y Optimismo
¿Y la valentía?, aún no me hablas Glorian de eso, dirás… Pues qué te puedo decir, la valentía es esa #virtud que viene de la fortaleza (#virtudcardinal que puedes encontrar aquí > CIC 1808) y que el Catecismo de la Iglesia Católica lo define de la siguiente forma:
Es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
Resistir a las tentaciones y superar los obstáculos en la vida moral
Voy a separar la definición por algunas partes que nos pueden ayudar y arrojar luz al planteamiento que quiero compartirles. La virtud de la valentía es hija de la fortaleza que nos reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. Cuando se trata de nuestro preciado tiempo (que es el único que tenemos, la única vida en la cual tenemos la oportunidad de hacer el bien y servir a Dios y a nuestros hermanos, de trabajar y esforzarnos para alcanzar la santidad, como nos invita el mismo Amado Cristo) hay que celarlo, pues hoy día por esta puerta están entrando muchos de los pecados y obstáculos a la gracia, al bienestar emocional y a la paz, al bien y al ÁNIMO que nos da nuestro Señor Jesucristo. Debemos ser capaces de resistir a la tentación de utilizar en exceso las pantallas y el contenido que nos arrastra a un loop o scroll infinito e inútil, también conocido como “doomscrolling“. Esta acción conlleva muchos efectos para nuestra salud espiritual, psicológica, emocional y familiar. Es cierto que cada vez más estas aplicaciones son diseñadas para explotar nuestra vulnerabilidad, por eso es importante estar alertas para poder vencer con valentía esos obstáculos que enfrentamos día a día con la tecnología (a eso súmele el contenido a demanda en otras plataformas de streaming/transmisión, y un largo etcétera).
Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa
La renuncia de la que aquí se habla sí tiene que ver con dar nuestra propia vida hasta el martirio si fuera necesario, pero también a la renuncia diaria de nosotros mismos (que es un cierto martirio del corazón, lo que es el autodominio y la firmeza ante aquello que no nos deja progresar en las diferentes dimensiones de la vida, tanto espiritual, como emocional). Por eso es importante recordar que
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna” (Jn. 12, 24-25).
En el plano espiritual, una de las mayores acciones que hace el maligno para que no progresemos ni seamos felices es el uso de la mentira. Por otro lado, en el plano psicológico y social existen otros obstáculos cognitivos e irracionales que nos invitan a pensar que tampoco somos capaces de vencernos ni de ser mejores personas. Nada más lejos de la verdad. Si hago lo que hago, si hacemos lo que hacemos es porque creemos y estamos convencidos en el poder del cambio y de la conversión en las personas, de la capacidad que tienen de morir a su viejo yo para dar paso a una creatura y vida nueva. Antes que nosotros lo dijo nuestro Salvador Jesús, que nos invita a no tener miedo, a no temer, a tener ánimo, a ser fuertes, valientes y confiar en su Sagrado Corazón. Digamos con San Pablo (esta reflexión es tema para otra entrada): “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4, 13). Lo que pasa es que muchas veces se nos olvida (ya sea por culpa, omisión/olvido o ignorancia) que es EN CRISTO, no solos, con Cristo y en Cristo podemos vencer nuestros más profundos miedos, obstáculos a la gracia y pecados. Podemos aprender a relacionarnos de una manera saludable con la tecnología, podemos ver la vida con asombro genuino y llena de optimismo, sí es posible. ¿Lo crees?
Recuerda que estos y otros asuntos podemos trabajar en un proceso que integra un acompañamiento psico-espiritual que toma en cuenta tu fe. Dios y la Virgen te bendigan y te ayuden a perseverar en el camino de la paz, el bien y la santa alegría.