Resumiendo el “cuento largo a corto” Jerry y yo decidimos no tener una súper fiesta de bodas y en su lugar trabajamos duro para poder viajar a Francia e Italia. Nuestro objetivo no era solo un viaje turístico sino una experiencia espiritual para el inicio de nuestras vidas como esposos. Deseábamos una luna de miel que integrara muchos de nuestros lugares soñados: Lisieux, y todo lo relacionado con Santa Teresita (yo [Glorian] he sido muy devota de ella desde mi juventud); Asís, y todo lo relacionado a San Francisco; Roma, para poder ver al Papa y asistir como recién casados a una de sus audiencias (este es otro tema del cual hablaré más adelante). Además de las visitas a otros lugares de categoría turística (como la Torre Eiffel, Venecia, Aosta, Ginebra, etc.) Dios en su infinita misericordia nos permitió asistir a estos centros de profunda espiritualidad cristiana y estaremos por siempre agradecidos.
Tuvimos la oportunidad de visitar el hogar de Santa Teresita y eso nos marcó la vida. Desde que nos bajamos del tren en Lisieux se podía experimentar una atmósfera tranquila, serena y de paz. Lisieux es un pueblo relativamente pequeño y en la hora que llegamos era hora de la siesta, razón por la cual la armonía del lugar se podía apreciar en su mayor esplendor. Llegamos y estaba lloviznando bastante fuerte, pero no teníamos otra opción que continuar nuestro recorrido (el cual estuvo “mojado” todo el tiempo y que gracias a ello enfermé unos días).
Nuestra primera parada fue en la oficina del centro turístico para preguntar si podíamos tomar un taxi que nos llevara a los lugares relacionados a la Santa. El empleado muy amablemente nos contesta que las rutas son cortas y que lo podíamos hacer caminando. Nos dio un mapa y seguimos nuestra travesía. (En realidad, para nuestra costumbre, las rutas no fueron tan cortas y con la lluvia, el clima frío y diferente al de nuestra islita tropical, se nos hizo todo más lejos).
Nuestra segunda parada fue en el Convento del Carmelo donde vivió Santa Teresita los últimos años de su vida. Oramos frente a su tumba, fuimos a la tiendita cercana y nos tomamos algunas fotos frente a su imagen. Luego pasamos a la Iglesia donde fue bautizada, que aún la conservan muy bien a pesar de su antigüedad. Fuimos al altar donde se venera a la Santa y oramos frente al mismo.
Después, caminamos largo rato para llegar a Los Buissonnets (el hogar donde vivió la Santa). Estábamos tan ilusionados por visitar este lugar pues palparíamos la casa y el ambiente donde se desarrolló Teresita y observaríamos un poco sobre su vida familiar.
Llegar allí fue impactante y significativo. Se sentía una profunda paz y serenidad, un ambiente de familia y de esperanza. Tuvimos la gran oportunidad de hacer el recorrido de la casa nosotros dos solos y permanecer en el cuarto de Teresita durante unos minutos; minutos en los que oramos y meditamos sobre su estancia en ese mismo espacio.
Inicialmente entramos al recibidor, luego a su cuarto y luego observamos el cuarto de su padre. Más adelante, bajamos a un mostrador donde se observaban pertenencias de su infancia y donde pudimos comprar un rosario con olor a rosas. Este rosario lo utilizamos exclusivamente para rezar el día de Santa Teresita (1 de octubre) y el día de sus Santos Padres (13 de julio); así evitamos que se deteriore el olor tan único que nos transporta a esos lugares. Finalmente, pasamos al jardín donde nos sentamos y reflexionamos sobre la relación especial de la Santa con su padre. Pude oler el exquisito aroma a rosas en el jardín. Mi mente se transportaba a la infancia de Teresita y a los años de ternura en dicho lugar. Un dato curioso, es que en todo Lisieux se encuentran sembradas muchas rosas de distintos colores, pero predominando el rosado y todas con una frescura inigualable.
Luego de habernos deleitado en el hogar de esta familia nos dirigimos a la Basílica, nuestra última parada. Fue impresionante observar cómo estaba diseñada, en especial la cripta donde se encontraba los restos de sus padres, y un altar que estaba diseñado con mosaicos tiernos y alusivos a la niñez, sencillez y dulzura que caracterizaba a la Santa. Finalmente, fuimos al museo de cera y luego caminamos hasta la estación del tren llenos de gozo por la experiencia que habíamos tenido.
El Señor y Santa Teresita nos permitieron vivir un día espectacular y lleno de su paz y gracia. Fue un día que nunca olvidaremos pues nos confirmó en nuestra vocación como matrimonio y familia y que marcó nuestras vidas para siempre. Gracias le damos a Dios por habernos cuidado, guiado ,llevado y traído con bien. Gracias a Santa Teresita y a sus amados padres, Celia y Luis, por habernos guiado hasta su hogar y por habernos recibido. Le pedimos a los tres que intercedan por nosotros como matrimonio y como familia. Y sobre todo, le pedimos que intercedan por todos aquellos que desean vivir en sencillez y ternura la vocación a la que el Señor les ha llamado, ya sea en la vida religiosa o matrimonial.
Espero hayan disfrutado con nosotros esta travesía y se hayan transportado a este hermoso lugar.
Dios les bendiga. En nuestras oraciones quedan.