Luego de su Resurrección Jesús ascendió a los cielos, pero no nos dejó solos. Seguimos acompañados por Él en su Espíritu Santo, quien es la tercera persona de la Santísima Trinidad. El saber que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una misma persona es un misterio maravilloso el cual se debe vivir y experimentar más allá de “comprender”. El Espíritu Santo ha sido llamado nuestro abogado, defensor y “paráclito”, “porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eternal” (San Juan Pablo II). Es maravilloso saber que podemos contar con Él y que nos podemos beneficiar de su amor, defensa y compañía.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) expresa que a través del Espíritu Santo los cristianos podemos ser sostenidos por sus siete dones (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios) y, además, podemos ser perfeccionados gracias a sus doce frutos (caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad [Ga 5,22-23]). ¿Y esto, qué quiere decir?
Quiere decir que con estos siete dones el Espíritu Santo nos regala unas fuerzas determinadas más allá de nuestras disposiciones y nos da la oportunidad de convertirnos en instrumentos especiales de Dios en este mundo (YouCat, #310). Si nosotros pensamos que podemos llegar a ser virtuosos, ¡imagínense cuánto lo quiere Dios que nos ayuda a lograrlo! Quien se deje tomar, conducir y formar por Dios en este aspecto y en muchos más podrá gozar de sus frutos y de innumerables gracias y bendiciones.
¿Quieres ser virtuoso? Para llegar a serlo es indispensable que te dejes guiar por la dulzura del Espíritu de Dios, que estés abierto a recibir sus regalos y ¡que se los pidas! A veces pensamos que las cosas nos pueden caer del cielo así sin más. Y, aunque es cierto que en el sacramento de la Confirmación se nos regalan de un modo especial estos siete tesoros, es necesario una comunicación constante con Dios para que los mismos se perfeccionen en nosotras. Puedes orar así: “Señor, mírame como soy y permite que crezcan en mí tus dones”, “Moldéame, ayúdame a ser sabio, inteligente, fuerte, piadoso, y a respetarte y vivir en el camino del buen consejo”, “Permíteme experimentar los frutos que nacen al dejarme guiar por ti”, “Permite que pueda descubrir cuál es tu mayor inspiración para conmigo”… ¿Ves qué sencillo es? ¿Qué otra oración se te ocurre?
Atrévete a comenzar un camino en el cual solo recibirás bendiciones y alegrías. Te animamos a vivir en el Espíritu de Dios y en sus grandes regalos, pues primero serás convertido tú a su AMOR y luego iluminarás al mundo y a todos los que te rodean con SU LUZ.
Tenemos a la mano un menú variadísimo para vivir de forma Virtuosa: Virtudes (morales y teologales), Dones y Frutos del Espíritu Santo. Si dicho menú lo hacemos parte de nuestra vida llegaremos a saciarnos de los bienes eternos.
By Glorian